Allá donde fueres…

 

Mil veces me han contado cómo funciona el código del cabeceo en el ambiente tanguero, pero como bien decía mi abuela: «hasta que no estás en el baile, no bailas»; y en esta ocasión el dicho viene que «ni pintado», «al dedillo», «de perlas»,…vaya, que me pilló de pleno en una milonga, en la mismísima ciudad de Buenos Aires y con unas ganas de baile,…tremendas.

Por si alguien no sabe de qué se trata el código del cabeceo, es el rito que se usa para invitar a bailar a una mujer en una milonga (salón donde se baila tango).

El caballero observa desde su lugar a la mujer con la que quiere bailar y le hace una seña (sutil, muy sutil,..demasiado sutil!!!!) para saber si ella acepta o no la invitación. Ella puede responder asintiendo con la cabeza o bien esquivar la mirada y por lo tanto, rechazar la invitación.

Hasta aquí todo bonito y sugerente.Y digo “hasta aquí” porque el “temita” se las trae…

De repente las mujeres se levantaban y se les acercaba un hombre desde el otro extremo de la pista, como si ya hubiesen acordado bailar juntos…(sutil, muy sutil,… demasiado sutil). Evidentemente este es un lenguaje que como cualquier otro, se aprende y se practica y yo allí era totalmente novata.

Hasta ahora había hecho caso omiso de esta tradición, porque en mi país parece que no es de obligado cumplimiento y el hombre se acerca a una aún arriesgándose a ser rechazado. Pero no es así en la Ciudad del Tango por excelencia, y ahí, sentada en una silla, a pie de pista y con la cabeza gacha, fue donde empecé a temer que si quería bailar, en algún momento tendría que decidirme a levantar la vista.

Solo imaginarme las posibles situaciones en las que podía verme atrapada sin margen de reacción, me daban ganas de arrancarme. Me percaté que estaba sudando mientras evaluaba los extremos más bochornosos, y la película era la siguiente:

Imaginaba a un candidato clavando la vista en mí y asintiendo muy discretamente con la cabeza (llámese cabeceo). Mi vista no es precisamente de lince y las luces tenues del ambiente no ayudaban mucho en la labor.

No sabía si acercarme las gafas pero descartaba la opción por parecerme bien ridícula; por eso dudaba antes de levantarme, pero finalmente me daba por aludida: estaba segura que la señal era para mí y decidía plantarme y dar dos pasos hacia mi pretendiente…Puchaaaaa…El tipo pasaba a un centímetro de mí y se abrazaba a la señora que tenía al lado, que, obviamente, tenía la vista más aguda que la mía…y la experiencia de unos cuantos años más.

¿Y ahora? ¿Levantaría la mano como saludando a un hipotético conocido que acabo de ver al otro lado de la pista?. ¿Continuaría caminando como si nada en dirección toilettes?….

Por suerte, cuando salí de mis psico-ensoñaciones y me decidí a echar un vistazo a mi alrededor, un tipo que me cabeceaba se había percatado de mi inexperiencia y optó por dejar las delicadezas a un lado…Estiraba el cuello y agitaba la cabeza como toro de un lado a otro y de arriba a abajo. ¡Mi madre! !Dios le libre de una contractura cervical!.

Eso sí, al final consiguió que me levantase de la silla y le esperase de pie no sin haber comprobado antes que nadie a mi alrededor amenazaba mi primer baile de códigos tradicionales y más aún, ponía a prueba mi sentido del ridículo.

LOLITA-FOTO

Lol-Ita

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